Es bien sabido que las generaciones poseen naturalmente características diferenciales importantes, no tanto quizá por la diferencia de años, o también, como por factores culturales y sociales.
Mi generación fue aquella que culturalmente emparejaba al hombre con el oso cuando quería desentenderse de la abundancia de vello como algo que afeara. No sólo no nos parecía que la pelambrera corporal nos afease ante los ojos de las féminas, sino que incluso nos parecía que nos hacía más “hermosos”.
Claro, que los actores famosos de Hollywood lucían un pecho musculado y vellado y las hermosas actrices apoyaban amorosamente sus cabellos sobre ese vello masculino mientras emitían excitantes suspiros. Y qué decir de nuestros Alfredo Landa, Sazatornil, Arturo Fernández, López Vázquez… Osos totales. Hombres de pelo en pecho. Esta expresión ya se sabe que va aún unida a la valentía varonil…aunque ya debía ir siendo eliminada de nuestro vocabulario expresivo. No va quedando ni uno.
Hay que reconocer no obstante que no todo el vello era bello en mi época de juventud. Había prudentes límites. Por ejemplo el vello en la espalda no era muy bien visto y si era muy espeso, tupido y oscuro por el cuerpo también nos causaba algo de complejo. Pero vaya, en general era el vello corporal en el hombre bien visto y por tanto, no se hacía nada o apenas nada por evitarlo.
Entonces, sin embargo, el vello no era para las mujeres. Todas se depilaban las axilas, piernas, brazos y quizá en otras partes y lucían piel suave que era y es lo que gustaba. Era cuestión cultural como digo, pues algunas mujeres europeas más liberadas se lo saltaban a la torera. Menudos pelos asomaban en el sobaco de algunas alemanas que venían de turistas muchas veces. Y ellas, tan frescas, sin hacer caso de las miradas furtivas y risitas.
Hoy ha cambiado mucho nuestra cultura en lo que a belleza se refiere, y no voy a entrar en las siliconas y colágenos en los que habría mucho tema. Voy a circunscribirme al vello. Por lo que respecta a la mujer ya sabemos que no ha cambiado nada. En todo caso las técnicas de depilación utilizadas que han evolucionado como es natural. Pero ¿y el hombre?. El hombre ha dado un vuelco de ciento ochenta grados. Ahora no tenemos osos, tenemos conejos a los que les hemos quitado la piel. En el gimnasio veo piernas, pechos, brazos, axilas… varoniles sin vello. Ahora que veo, las mujeres sí que han cambiado también. El vello se ha convertido culturalmente en un atributo rechazable por nuestras jóvenes, así que…a depilarse tocan. Claro, esto debe ser horrible-pienso yo- que sigo con mi feo vello tan pancho. Me imagino a todos dedicando tiempo, sudor y gritos a las ceras, cuchillas y demás. “Para una cosa buena que tenían, se han igualado al hombre” decíamos con relación al avanze de enfermedades relacionadas con el tabaco en las mujeres. Pues eso digo con respecto a la depilación masculina. Para una cosa buena que teníamos se ha ido al garete.
Y es algo muy importante. La influencia cultural de la mass media en la población es demoledora. O te pelas o no ligas. Fijaros la cantidad de empresas que han surgido al respecto. En el gimnasio, entre abdominal y abdominal escuchas a hurtadillas las conversaciones sobre depilaciones por láser, precios, y todo lo que puede ayudar a otros a elegir su mejor opción depilatoria. Y no sólo en los más jóvenes. Algunos que ya no cumplen los cincuenta o sesenta también los he pescado en plena conversación. Incluso dos de ellos (cincuenta y tantos y sesenta y tres declarados), intercambiaban información sobre sofisticadísimas técnicas de láser que eran capaces de detectar el vello cuyo color desentonaba con la piel y eliminarlo de un plumazo.
No sé yo si esta moda llegará alguna vez a cumplimentar el giro de trescientos sesenta grados y regrese al pasado, como todo. Miren, Yul Brinner lucía rape total de cabello allá por los sesenta mientras aquí se lucían melenas a lo Beatles. Ahora todos los que tienen una alopecia algo respetable van de Yul. En los setenta muchos lucíamos barba poblada y larga, ahora vuelve de nuevo esa barba después de una larga era de barbilampiños, en muchos casos esas barbas unida a la cabeza rapada. Las modas son cíclicas pero ahora toca desvellarse para embellecerse.